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Qué es la personalidad y cómo se desarrolla

La personalidad no es solo “cómo somos”, es el filtro con el que interpretamos el mundo y nos relacionamos con él. Es única en cada persona, pero no es inmutable. Evoluciona con la experiencia, la educación y el entorno. No nacemos con una personalidad fija, sino con una base que se va moldeando con los años.

No es lo mismo una persona que siempre ha sido tranquila y reservada que alguien que se ha vuelto así con el tiempo. Por eso, entender cómo se forma la personalidad nos ayuda a conocernos mejor y, si queremos, a cambiar ciertos aspectos que no nos gustan o nos limitan.

Diferencias entre personalidad, carácter y temperamento

A menudo usamos estas palabras como si fueran lo mismo, pero no lo son. Aunque están conectadas, cada una tiene su propia definición y función.

  • Temperamento: Es lo que viene de fábrica. La parte biológica e innata de nuestra forma de ser. Hay bebés que desde el primer día son tranquilos y otros que son inquietos. Eso es el temperamento.
  • Carácter: Se va formando con el tiempo. Lo construimos con nuestras experiencias, la educación que recibimos y las decisiones que tomamos. Mientras el temperamento es algo con lo que nacemos, el carácter es algo que aprendemos.
  • Personalidad: Es la combinación de ambos. Es el conjunto de rasgos que nos definen, que incluyen cómo pensamos, sentimos y actuamos. No es algo estático, pero tampoco cambia de un día para otro.

Cómo se desarrolla la personalidad

La personalidad no aparece de la nada. Se va formando a lo largo de la vida y está influenciada por varios factores:

Factores biológicos y genéticos

Hay cosas que vienen en el “paquete de inicio”. Desde el nacimiento, tenemos una predisposición a ser más o menos sociables, más impulsivos o más reflexivos. No es determinante, pero sí marca una tendencia. Los estudios en gemelos han demostrado que la genética influye en ciertos rasgos de personalidad, aunque no lo es todo.

Influencia del entorno

El ambiente en el que crecemos es clave. La familia, la escuela, los amigos y la sociedad en general nos moldean. Un niño criado en un ambiente seguro y afectuoso tendrá más posibilidades de desarrollar confianza en sí mismo que otro que ha crecido en un entorno hostil o inestable. Esto no significa que todo esté escrito, pero sí que nuestras primeras experiencias pueden marcar el camino.

Experiencias y aprendizaje

La personalidad también se construye a base de golpes y aprendizajes. Nuestras vivencias nos enseñan qué funciona y qué no. Alguien que ha vivido muchas situaciones difíciles puede volverse más desconfiado o más fuerte, según cómo las haya afrontado. Aprendemos de lo que nos pasa, de lo que vemos en los demás y de cómo nos adaptamos a las circunstancias.

¿La personalidad es fija o se puede cambiar?

No hay una respuesta única. Hay rasgos que parecen más sólidos, pero la personalidad no es una prisión. Cambiar es difícil, pero no imposible. De hecho, muchas personas evolucionan con el tiempo sin darse cuenta.

Por ejemplo, alguien que en la adolescencia era tímido puede volverse más extrovertido con los años, simplemente porque la vida lo ha llevado a desarrollar más habilidades sociales. O alguien que era impulsivo puede aprender a controlar mejor sus reacciones. No somos estáticos, y la manera en que enfrentamos el mundo tampoco tiene que serlo.

La clave está en el autoconocimiento. Cuanto mejor nos entendemos, más fácil es cambiar lo que no nos gusta y potenciar lo que sí. La personalidad no es una excusa para justificar comportamientos tóxicos o limitantes. Siempre hay margen para mejorar.

Trastorno de la personalidad: Qué es, tipos, síntomas y diagnósticos

Los trastornos de la personalidad no son solo “formas de ser” peculiares. Son patrones profundamente arraigados que afectan la manera en que una persona piensa, siente y se relaciona con los demás. No es un mal día ni una mala racha, es algo que moldea la vida entera de quien lo padece.

El problema es que muchas veces quien tiene un trastorno de personalidad no lo percibe como tal. No cree que haya algo que deba cambiar porque, para él o ella, esa es su manera natural de ser. Sin embargo, las dificultades en las relaciones, en el trabajo y en la vida diaria pueden ser una señal clara de que hay algo que va más allá de una simple “forma de ser”.

Qué es un trastorno de la personalidad

Es cuando la forma de pensar, sentir y actuar se aleja tanto de lo esperado que interfiere en la vida diaria. Son patrones inflexibles, que no cambian con el tiempo y que generan problemas en el trabajo, la familia y las relaciones.

Tipos de trastornos de la personalidad

El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) los divide en tres grupos:

  • Grupo A (extraños o excéntricos): Personas que tienden al aislamiento, la desconfianza o el pensamiento mágico. Ejemplo: trastorno paranoide.
  • Grupo B (emocionales e impulsivos): Personas con cambios de humor extremos, conductas impulsivas o necesidad constante de atención. Ejemplo: trastorno límite de la personalidad.
  • Grupo C (ansiosos o temerosos): Personas con miedo al rechazo, dependencia extrema o necesidad de control. Ejemplo: trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad.

Por qué se desarrollan estos trastornos

No hay una causa única. Se trata de una combinación de factores biológicos, psicológicos y ambientales. No se “elige” tener un trastorno de personalidad, pero sí se puede trabajar para gestionarlo mejor.

Algunos factores que influyen:

  • Genética: Hay estudios que muestran una cierta predisposición hereditaria.
  • Infancia difícil: Crecer en un entorno de abuso, negligencia o violencia aumenta el riesgo.
  • Desarrollo cerebral: Algunas diferencias en la estructura y función del cerebro pueden influir en la regulación emocional y el comportamiento.

Síntomas y señales de alerta

No se trata de “tener mal genio” o “ser complicado”. Un trastorno de personalidad afecta todas las áreas de la vida y suele manifestarse con:

  • Dificultad para adaptarse a distintas situaciones.
  • Relaciones personales conflictivas o caóticas.
  • Falta de empátía o, por el contrario, una preocupación extrema por la opinión ajena.
  • Impulsividad, cambios de humor o reacciones exageradas.
  • Patrones de pensamiento negativos o distorsionados.

Cómo se diagnostica y tratamiento

No hay una prueba de laboratorio que detecte un trastorno de personalidad. Se diagnostica con una evaluación psicológica profunda, donde un profesional analiza la historia clínica, el comportamiento y los patrones de pensamiento.

El tratamiento suele incluir:

Psicoterapia

Es el pilar fundamental. No hay una fórmula mágica, pero algunas terapias han demostrado buenos resultados:

  • Terapia cognitivo-conductual: Ayuda a identificar y cambiar patrones de pensamiento y comportamiento negativos.
  • Terapia dialéctico-conductual: Especialmente útil para quienes tienen emociones muy intensas e inestables.
  • Terapia de esquemas: Trabaja en creencias y patrones adquiridos desde la infancia que afectan la personalidad.

Medicación

No hay “pastillas para la personalidad”, pero algunos fármacos pueden ayudar con síntomas como la ansiedad, la depresión o la agresividad.

Apoyo del entorno

Tener un trastorno de personalidad puede ser un desafío tanto para la persona que lo padece como para quienes la rodean. La comprensión y el apoyo pueden marcar una gran diferencia en su evolución y calidad de vida.

¿Y los niños y adolescentes?

En la infancia y la adolescencia, la personalidad aún está en desarrollo, por lo que los diagnósticos en esta etapa se hacen con cautela. Sin embargo, hay señales que pueden indicar una predisposición, como problemas graves de conducta, dificultad para gestionar emociones o falta de empatía extrema. Identificar estos patrones a tiempo puede evitar que se conviertan en un problema mayor en la adultez.

Altas capacidades y TDAH en niños

Un niño que aprende rápido, se aburre fácil, interrumpe sin darse cuenta y parece vivir en su mundo. ¿Genio o despistado? ¿Brillante o incontrolable?

Muchas veces, ni una cosa ni la otra. Puede que estemos ante un caso de altas capacidades con TDAH.

Porque sí, la inteligencia extraordinaria y el déficit de atención pueden convivir en el mismo cerebro. Y cuando lo hacen, la cosa se complica.

No es solo un niño inquieto

Los niños con altas capacidades suelen ser curiosos, intensos, creativos. Se cuestionan todo. Y todo es todo. Desde por qué el cielo es azul hasta si el infinito realmente es infinito.

Pero algunos también tienen algo más: una energía imparable, dificultades para concentrarse en lo que no les interesa y una impulsividad que les mete en líos sin querer.

Es entonces cuando llegan las etiquetas.

“Es un genio, pero es muy vago.”
“No se esfuerza lo suficiente.”
“Si quisiera, sacaría todo sobresaliente.”
“Parece que lo hace a propósito.”

Pero la realidad es más compleja. No es falta de ganas ni de disciplina. Es un cerebro que funciona a otra velocidad, que salta de un tema a otro sin frenos y que se frustra cuando no encuentra el estímulo que necesita.

¿TDAH o altas capacidades?

Distinguir entre ambas cosas no es fácil. A veces se confunden. A veces se solapan.

Un niño con altas capacidades puede parecer distraído porque su mente está resolviendo problemas que nadie ha planteado. Un niño con TDAH puede perder el hilo porque, simplemente, su cerebro no consigue centrarse en una sola cosa.

Los dos pueden hablar sin parar, saltar de un tema a otro, aburrirse con facilidad y tener problemas para seguir normas.

Diferencias entre TDAH y Altas Capacidades

El niño con TDAH pierde el foco sin darse cuenta. Lo intenta, pero su atención se escapa. En cambio, el niño con altas capacidades desconecta cuando la información no le interesa. No porque no pueda prestarle atención, sino porque no le motiva.

También está la forma en la que piensan.

El niño con TDAH reacciona rápido, a veces sin filtrar. El niño con altas capacidades procesa en profundidad, le da mil vueltas a todo.

Pero cuando ambas cosas se mezclan, el resultado es un cóctel explosivo: una mente brillante atrapada en un sistema que le pide que encaje en estructuras rígidas.

Cómo saber si un niño tiene ambas

Hay señales que pueden dar pistas.

Por ejemplo, puede aprender cosas complejas con facilidad, pero olvidarse de lo más básico. Puede saber el ciclo de vida de una estrella, pero no recordar dónde ha dejado la mochila.

También es común que se obsesione con algunos temas y no muestre ningún interés por otros. Puede devorar libros sobre dinosaurios, historia medieval o física cuántica, pero ser incapaz de hacer los deberes de matemáticas sin protestar.

Y luego está el tema social.

Algunos son increíblemente maduros en ciertos aspectos y completamente inmaduros en otros. Pueden hablar con adultos como si fueran pequeños filósofos, pero enfadarse como un niño de tres años cuando algo no sale como esperan.

Cómo ayudar a un niño con altas capacidades y TDAH

No vale un enfoque estándar. Ni castigos, ni reprimendas, ni el típico “tienes que esforzarte más”. Porque el problema no es la falta de esfuerzo, sino la falta de un entorno que entienda cómo funciona su cerebro.

Primero, hay que aceptar que no van a encajar en el molde tradicional. No son niños que se van a sentar tranquilos a escuchar durante horas. No les funciona la repetición, ni el aprendizaje mecánico. Necesitan retos, necesitan movimiento, necesitan espacio para pensar.

También necesitan herramientas para organizarse. No basta con decirles “ponte a estudiar”. Hay que enseñarles cómo hacerlo, porque muchos no tienen ni idea de por dónde empezar.

Y sobre todo, necesitan sentirse comprendidos.

Porque si se les etiqueta de “problemáticos”, si se les exige que encajen en una estructura que les asfixia, lo único que se consigue es frustración. Y la frustración lleva a la desmotivación. Y la desmotivación a una autoestima por los suelos.

El objetivo no es que sean “niños normales”. Es ayudarles a entenderse, a aprovechar su potencial sin sentirse constantemente en guerra con ellos mismos.

Porque cuando un niño con altas capacidades y TDAH recibe el apoyo adecuado, puede llegar más lejos de lo que nadie imagina.

En MFB Psicología te podemos ayudar a evaluar las altas capacidades en niños de Burgos.

Ataques de ansiedad: Qué son, por qué suceden, síntomas y cómo evitarlos

Si alguna vez has sentido que el corazón se te dispara, te falta el aire y una sensación de terror te invade sin previo aviso, es posible que hayas experimentado un ataque de ansiedad. No es solo “estar nervioso” ni algo que puedas controlar con fuerza de voluntad. Es una respuesta real del cuerpo, tan intensa que puede hacerte creer que estás al borde del colapso.

Pero tranquila, no te vas a morir. Aunque se sienta así.

Vamos a ver qué son realmente estos ataques, por qué suceden y, lo más importante, qué puedes hacer para evitarlos o controlarlos en la medida de lo posible.

Qué es un ataque de ansiedad (y qué no)

Un ataque de ansiedad es una reacción desproporcionada del sistema nervioso ante una amenaza que, muchas veces, ni siquiera es real. Es como si tu cuerpo se preparara para huir de un león… pero el león no existe.

A veces, el término se confunde con el ataque de pánico. Aunque son parecidos, hay una diferencia clave:

  • El ataque de ansiedad suele tener un detonante claro (estrés, miedo, presión laboral, problemas personales). Se acumula poco a poco y, aunque es muy desagradable, no alcanza el nivel extremo de un ataque de pánico.
  • El ataque de pánico aparece de la nada, sin previo aviso. Es una ola de terror repentina que golpea con síntomas físicos y emocionales intensos.

Ambos pueden hacer que sientas que te falta el aire, que el corazón se te sale del pecho o que estás perdiendo el control. Pero la buena noticia es que, aunque aterradores, no son peligrosos.

Por qué ocurren los ataques de ansiedad

El cuerpo no se equivoca. Si reacciona así es por algo.

El problema es que el sistema nervioso está programado para protegernos del peligro, pero a veces se pasa de listo. ¿El resultado? Activa la alarma aunque no haya fuego.

Causas de los ataques de ansiedad

  • Biología y cerebro. Hay personas más propensas a la ansiedad porque su sistema nervioso es más reactivo. También influye el desequilibrio de neurotransmisores como la serotonina o la dopamina.
  • Mente y pensamientos. La ansiedad se alimenta de lo que piensas. Si tu cabeza repite en bucle “me va a pasar algo”, el cuerpo lo cree y responde como si fuera cierto.
  • Estilo de vida. Estrés crónico, falta de sueño, exceso de cafeína o un ritmo de vida frenético son gasolina para la ansiedad.
  • Experiencias pasadas. Un trauma, un susto fuerte o una situación que te desbordó pueden dejar huella y hacer que el sistema nervioso esté en alerta constante.

Cómo reconocer un ataque de ansiedad

Cuando te pasa por primera vez, lo normal es pensar que algo grave te está ocurriendo. No es raro que la gente acabe en urgencias convencida de que está teniendo un infarto.

Síntomas del ataque de ansiedad

  • Taquicardia y sensación de que el corazón va a estallar.
  • Falta de aire o sensación de ahogo (aunque en realidad estás respirando bien).
  • Mareos, sudores, temblores o náuseas.
  • Sensación de irrealidad (como si estuvieras fuera de tu propio cuerpo).
  • Un miedo aterrador a perder el control o a morirte ahí mismo.

Lo peor es que, cuanto más intentas luchar contra esos síntomas, más se intensifican.

Cómo evitar los ataques de ansiedad

Aquí es donde viene lo bueno: se pueden prevenir. No hay fórmulas mágicas, pero sí estrategias que ayudan a reducir su frecuencia e intensidad.

  1. Respira bien: La hiperventilación es la gasolina del ataque de ansiedad. Si controlas la respiración, lo frenas. Prueba a inhalar por la nariz en 4 segundos, retener el aire 2 y exhalar en 6. Parece simple, pero funciona.
  2. No te creas todo lo que piensas: La ansiedad te dice que algo horrible va a pasar, pero nunca pasa. Si cada vez que tienes ansiedad acabas bien, ¿por qué iba a ser diferente esta vez?
  3. Muévete: El ejercicio físico es un ansiolítico natural. No hace falta que te mates en el gimnasio, pero caminar, bailar o salir a correr ayuda a liberar el exceso de energía acumulada.
  4. Ojo con lo que consumes: Café, alcohol y tabaco son enemigos silenciosos. Si tienes ansiedad, reducir su consumo puede marcar la diferencia.
  5. Duerme bien: La ansiedad y la falta de sueño son la peor combinación. Si duermes mal, el sistema nervioso se vuelve más reactivo y es más fácil que te dé un ataque.
  6. Haz mindfulness o meditación: No se trata de volverse budista ni de sentarse a levitar, sino de entrenar la mente para no vivir atrapado en el futuro. La ansiedad vive en el “¿y si…?”, pero tú puedes aprender a traerla de vuelta al presente.
  7. Busca ayuda: La terapia funciona. Y no, no hace falta que estés al borde del colapso para ir a un psicólogo. La terapia cognitivo-conductual (TCC) es la que más ha demostrado su eficacia en estos casos.

Qué hacer si tienes un ataque de ansiedad

Si la crisis ya ha empezado, hay tres cosas clave:

  • Recuerda que no es peligroso. Aunque sientas que te estás muriendo, no lo estás.
  • Concéntrate en la respiración. Lento y profundo.
  • No luches contra la ansiedad. Deja que pase. Si intentas bloquearla, se hará más fuerte.

La ansiedad no se vence con fuerza, se vence con aceptación y conocimiento. Y ahora que sabes más sobre ella, ya tienes la mitad de la batalla ganada.

Ansiedad: cómo reconocerla, enfrentarla y recuperar la calma

La ansiedad no es ese pequeño nerviosismo antes de una entrevista o una cita importante. Va más allá. Es como tener un invitado no deseado en tu cabeza que no deja de hablarte del futuro, de peligros imaginarios o de lo que podría salir mal. Si te sientes identificado, tranquilo: no estás solo, y lo mejor es que hay soluciones reales y efectivas. Vamos a desglosarlo.

Qué es la ansiedad y cuáles son sus síntomas

La ansiedad es la respuesta natural de tu cuerpo ante situaciones que percibe como amenazas. El problema es que, a veces, tu mente activa esta alarma incluso cuando no hay peligro real. Y ahí empieza el caos.

Síntomas físicos de la ansiedad

  • Respiración acelerada o dificultad para respirar.
  • Palpitaciones o sensación de que el corazón va a salirse del pecho.
  • Sudoración excesiva, incluso sin calor.
  • Tensión muscular, sobre todo en cuello, espalda y mandíbula.
  • Dolores de cabeza recurrentes.

Síntomas emocionales y mentales

  • Pensamientos obsesivos o repetitivos sobre cosas que podrían ir mal.
  • Irritabilidad, como si todo te molestara más de lo habitual.
  • Sensación de estar fuera de control.
  • Miedo constante, incluso sin saber a qué exactamente.

Si alguna vez has sentido que tu cabeza va a mil por hora mientras tu cuerpo está agotado, puede que estés lidiando con ansiedad.


Terapia para la ansiedad

Lo primero que debes saber es que pedir ayuda no es un signo de debilidad, sino de valentía. Nadie merece vivir atrapado en su propia mente, y la terapia es una de las herramientas más efectivas para recuperar la tranquilidad.

Tipos de terapia que funcionan para la ansiedad

  1. Terapia cognitivo-conductual (TCC):
    Es la más utilizada y con resultados probados. Te ayuda a identificar esos pensamientos automáticos que te generan ansiedad y a reemplazarlos por otros más racionales y positivos.
  2. Terapia de aceptación y compromiso (ACT):
    En lugar de luchar contra la ansiedad, te enseña a aceptarla y a centrarte en lo que realmente importa en tu vida.
  3. Mindfulness y terapia basada en la atención plena:
    Entrena tu mente para vivir en el presente, reduciendo la rumiación (esa molesta tendencia a repasar una y otra vez lo mismo).
  4. Terapia EMDR:
    Es especialmente útil si tu ansiedad está relacionada con traumas del pasado.

Cómo controlar la ansiedad en el día a día

Si bien la terapia es una base sólida, también hay cosas que puedes hacer por tu cuenta para recuperar el control. Aquí tienes algunos consejos prácticos:

  1. Aprende a respirar correctamente.
    Sí, respirar puede parecer algo básico, pero hacerlo bien marca una gran diferencia. Prueba con esta técnica: inhala durante 4 segundos, retén el aire 7 segundos y exhala lentamente durante 8 segundos. Repite hasta que sientas que tu corazón se calma.
  2. Crea una rutina.
    Tu cerebro ama la predictibilidad. Dormir, comer y hacer ejercicio a las mismas horas puede reducir significativamente los niveles de ansiedad.
  3. Reduce el consumo de cafeína y azúcar.
    Estas sustancias son como gasolina para la ansiedad. Opta por infusiones relajantes como la tila o el té de manzanilla.
  4. Pon límites a las redes sociales.
    Estar constantemente conectado puede alimentar la sensación de que siempre te estás perdiendo algo o de que no eres suficiente. Dale un respiro a tu mente.
  5. Escribe.
    Poner en papel lo que te preocupa es una forma de liberar espacio mental. Además, ver tus pensamientos escritos te ayudará a ponerlos en perspectiva.

Remedios para la ansiedad

Aunque no sustituyen a la terapia, algunos remedios naturales pueden ayudarte a gestionar mejor los momentos de estrés:

  • Aceite de lavanda: Unas gotas en la almohada o en un difusor pueden ayudarte a relajarte antes de dormir.
  • Valeriana: Es conocida por sus propiedades calmantes. Ideal para esos días en los que no puedes apagar la mente.
  • Ashwagandha: Una planta adaptógena que ayuda a equilibrar el sistema nervioso.
  • Magnesio: Si sufres de tensión muscular o insomnio relacionado con la ansiedad, este mineral puede ser un gran aliado.

Recuerda que, aunque naturales, es importante consultar con un profesional antes de probar estos remedios.


Vivir con ansiedad puede ser agotador, pero la buena noticia es que no tiene que ser así. Entre la terapia, los cambios en tu rutina y algunos remedios naturales, puedes recuperar la paz que tanto necesitas.

Si algo no te deja dormir, si sientes que tu mente no para de dar vueltas, no ignores los síntomas. Hablar con un profesional es el primer paso para sentirte mejor. Y recuerda: no eres tu ansiedad. Es solo una parte de ti que necesita atención y cuidado.

Porque al final del día, todos merecemos tranquilidad. Y tú también.

¿Funciona realmente la terapia de pareja?

Las relaciones de pareja son uno de los pilares fundamentales en la vida de muchas personas, pero no están exentas de desafíos. Enfrentar conflictos, problemas de comunicación o incluso distanciamiento puede ser complicado, pero no imposible de resolver. La terapia de pareja se presenta como una herramienta eficaz para trabajar en los aspectos que afectan la relación, pero muchos se preguntan: ¿Funciona la terapia de pareja?

La terapia de pareja tiene una tasa de éxito promedio del 70%

¿Qué es la terapia de pareja?

La terapia de pareja es un proceso guiado por un psicólogo especializado en relaciones, diseñado para ayudar a las parejas a:

  • Identificar problemas recurrentes.
  • Mejorar la comunicación.
  • Gestionar emociones y conflictos.
  • Reconstruir la confianza.
  • Reforzar los lazos emocionales.

Este enfoque no solo se centra en resolver problemas específicos, sino en dotar a la pareja de herramientas que les permitan afrontar juntos futuros desafíos.

La efectividad de la terapia depende de varios factores, como el compromiso de ambos miembros de la pareja, la gravedad de los problemas y la disposición para trabajar en ellos. Según estudios psicológicos, la terapia de pareja tiene una tasa de éxito promedio del 70% en parejas que se comprometen con el proceso.

Factores que influyen en su éxito:

  1. Voluntad de cambio: Ambos deben estar dispuestos a identificar sus responsabilidades dentro de la relación.
  2. Expectativas realistas: La terapia no es una solución mágica; requiere tiempo y esfuerzo.
  3. Un profesional adecuado: Elegir un psicólogo especializado en psicología de relaciones de pareja es clave para obtener resultados positivos.

Cuándo acudir a terapia de pareja

No es necesario llegar al límite de una ruptura para buscar ayuda. De hecho, acudir temprano puede evitar que los problemas se intensifiquen. Algunos motivos comunes para iniciar la terapia son:

  • Problemas de comunicación: Cuando hablar con tu pareja termina en discusiones o incomprensión.
  • Distanciamiento emocional: Sentir que se ha perdido la conexión.
  • Celos o desconfianza: Dudas constantes que afectan la estabilidad de la relación.
  • Conflictos recurrentes: Diferencias que no logran resolverse de manera constructiva.
  • Infidelidades: Superar una traición puede ser complejo, pero no imposible con ayuda profesional.

Memoria actualizada

Terapia de pareja: ¿Realmente funciona?

Las relaciones de pareja son uno de los pilares fundamentales en la vida de muchas personas, pero no están exentas de desafíos. Enfrentar conflictos, problemas de comunicación o incluso distanciamiento puede ser complicado, pero no imposible de resolver. La terapia de pareja se presenta como una herramienta eficaz para trabajar en los aspectos que afectan la relación, pero muchos se preguntan: ¿Funciona la terapia de pareja?


¿Qué es la terapia de pareja?

La terapia de pareja es un proceso guiado por un psicólogo especializado en relaciones, diseñado para ayudar a las parejas a:

  • Identificar problemas recurrentes.
  • Mejorar la comunicación.
  • Gestionar emociones y conflictos.
  • Reconstruir la confianza.
  • Reforzar los lazos emocionales.

Este enfoque no solo se centra en resolver problemas específicos, sino en dotar a la pareja de herramientas que les permitan afrontar juntos futuros desafíos.


¿Funciona la terapia de pareja?

La efectividad de la terapia depende de varios factores, como el compromiso de ambos miembros de la pareja, la gravedad de los problemas y la disposición para trabajar en ellos. Según estudios psicológicos, la terapia de pareja tiene una tasa de éxito promedio del 70% en parejas que se comprometen con el proceso.

Factores que influyen en su éxito:

  1. Voluntad de cambio: Ambos deben estar dispuestos a identificar sus responsabilidades dentro de la relación.
  2. Expectativas realistas: La terapia no es una solución mágica; requiere tiempo y esfuerzo.
  3. Un profesional adecuado: Elegir un psicólogo especializado en psicología de relaciones de pareja es clave para obtener resultados positivos.

¿Cuándo acudir a terapia de pareja?

No es necesario llegar al límite de una ruptura para buscar ayuda. De hecho, acudir temprano puede evitar que los problemas se intensifiquen. Algunos motivos comunes para iniciar la terapia son:

  • Problemas de comunicación: Cuando hablar con tu pareja termina en discusiones o incomprensión.
  • Distanciamiento emocional: Sentir que se ha perdido la conexión.
  • Celos o desconfianza: Dudas constantes que afectan la estabilidad de la relación.
  • Conflictos recurrentes: Diferencias que no logran resolverse de manera constructiva.
  • Infidelidades: Superar una traición puede ser complejo, pero no imposible con ayuda profesional.

Psicología en las relaciones de pareja: La clave del éxito

Entender cómo funciona una relación desde una perspectiva psicológica puede marcar la diferencia. Cada pareja tiene su dinámica única, influenciada por:

  • Experiencias pasadas: Como la educación emocional recibida en la infancia.
  • Expectativas: Qué espera cada miembro de la relación.
  • Estilo de comunicación: Pasivo, agresivo o asertivo.

Un psicólogo experto en relaciones de pareja puede ayudar a identificar patrones perjudiciales y sustituirlos por dinámicas más saludables.

El objetivo principal de la terapia de pareja no es simplemente resolver conflictos, sino también fortalecer la relación en su conjunto. Algunos beneficios claros son:

  1. Mejora de la comunicación: Aprender a escuchar y expresar necesidades sin generar conflictos.
  2. Reconstrucción de la confianza: Especialmente tras situaciones como infidelidades o traiciones.
  3. Fortalecimiento emocional: Reconectar con el lado positivo de la relación.
  4. Resolución de conflictos: Gestionar las diferencias sin que se conviertan en un problema mayor.

Consejos para mejorar tu relación de pareja

Aunque la terapia es un recurso poderoso, hay pasos que puedes tomar por tu cuenta para fortalecer tu relación:

  • Practica la comunicación abierta: Habla con sinceridad, pero desde la empatía.
  • Dedica tiempo de calidad: Con el ritmo de vida actual, es fácil descuidar los momentos en pareja. Prioriza tiempo juntos.
  • Establece metas comunes: Ya sea planear un viaje o ahorrar para un proyecto, trabajar juntos hacia un objetivo une a la pareja.
  • Reconoce y valora los esfuerzos: Agradecer los pequeños gestos fortalece la conexión emocional.

La terapia de pareja no es solo para resolver conflictos, sino una herramienta para redescubrir y fortalecer la relación. ¿Funciona? Sí, siempre y cuando ambos miembros estén dispuestos a comprometerse y a trabajar juntos hacia una solución.

Si estás pasando por un momento complicado en tu relación o simplemente quieres mejorar la conexión con tu pareja, buscar la ayuda de un profesional puede marcar la diferencia. Recuerda, una relación saludable no solo mejora tu bienestar emocional, sino también tu calidad de vida.

En MFB Psicología estamos disponibles para sesiones de terapia de pareja en Burgos ¡Dale una oportunidad a tu relación! 💙

¿Qué son las emociones?

Las emociones son una parte esencial de nuestra vida. Nos acompañan en cada momento, coloreando nuestras experiencias y ayudándonos a entender lo que sucede a nuestro alrededor. Desde la risa contagiosa hasta la angustia que sentimos cuando algo no sale como esperábamos, las emociones actúan como una brújula que guía nuestras acciones y decisiones.

Pero, ¿alguna vez te has detenido a pensar qué son exactamente las emociones? Lejos de ser simples respuestas automáticas, las emociones son reacciones complejas que involucran tanto a nuestra mente como a nuestro cuerpo. Pueden influir en cómo nos sentimos, cómo interpretamos lo que ocurre y cómo nos relacionamos con los demás.

En términos simples, las emociones son reacciones a estímulos internos o externos que se manifiestan a través de cambios físicos, como el aumento del ritmo cardíaco o la tensión muscular, así como a través de experiencias subjetivas. Estas reacciones son esenciales para nuestra supervivencia, ya que nos permiten adaptarnos a nuestro entorno y responder a situaciones complejas.

¿Cómo se generan las emociones?

Las emociones surgen de la interacción entre nuestros pensamientos, experiencias y las respuestas físicas de nuestro cuerpo. Por ejemplo, si enfrentamos una situación estresante, nuestro cuerpo puede reaccionar liberando adrenalina, lo que puede generar una sensación de ansiedad o nerviosismo. Al mismo tiempo, nuestra mente procesa la experiencia, dándole un significado particular según nuestras vivencias previas.

Es importante recordar que no todas las emociones son iguales. Existen emociones básicas, como la alegría, la tristeza, el miedo y la ira, que todos experimentamos en algún momento. También hay emociones más complejas, como la gratitud o el orgullo, que dependen en gran medida de nuestras experiencias individuales y nuestro contexto social.

Por qué son importantes las emociones

Las emociones nos permiten adaptarnos al entorno, protegiéndonos de posibles peligros y ayudándonos a tomar decisiones importantes. También son fundamentales para nuestras relaciones. A través de ellas, podemos empatizar con los demás, mostrar afecto y establecer conexiones más profundas.

Además, nuestras emociones nos brindan información valiosa sobre nosotros mismos. Cuando aprendemos a reconocer y gestionar nuestras emociones, podemos mejorar nuestro bienestar emocional, afrontar mejor los retos y disfrutar de una vida más equilibrada.

Tipos de emociones

Las emociones se pueden clasificar en varias categorías, siendo las más comunes las emociones básicas y las emociones complejas.

Emociones básicas

Las emociones básicas son aquellas que son universales y que todos los seres humanos experimentan, independientemente de su cultura o contexto. Estas incluyen:

  • Felicidad: Una respuesta positiva que surge al experimentar placer o satisfacción.
  • Tristeza: Una reacción a la pérdida o la decepción, que puede llevar a una búsqueda de consuelo.
  • Miedo: Una emoción que se activa ante una amenaza o peligro, preparando al cuerpo para la lucha o la huida.
  • Enojo: Una respuesta a la injusticia o la frustración, que puede motivar a la acción.
  • Sorpresa: Una reacción breve a un evento inesperado, que puede ser positiva o negativa.
  • Desprecio: Una respuesta negativa hacia algo que se considera inferior o indigno.

Emociones complejas

Las emociones complejas son combinaciones de las emociones básicas. Por ejemplo, la culpa puede surgir de la combinación de tristeza y enojo, mientras que la vergüenza puede involucrar sentimientos de tristeza y desprecio. Estas emociones suelen ser más difíciles de identificar y gestionar, pero también son fundamentales para nuestras interacciones sociales.

Para qué sirven las emociones

Las emociones cumplen diversas funciones en nuestras vidas. Algunas de las más relevantes incluyen:

  • Comunicación: A través de nuestras emociones, transmitimos información a los demás. Por ejemplo, una sonrisa puede comunicar alegría, mientras que un fruncido del ceño puede expresar descontento.
  • Toma de decisiones: Nuestras emociones influyen en nuestras decisiones diarias. Por ejemplo, si sentimos miedo, es probable que evitemos situaciones que percibimos como peligrosas.
  • Adaptación: Las emociones nos ayudan a adaptarnos a situaciones cambiantes. Por ejemplo, el miedo puede impulsarnos a alejarnos de un entorno amenazante, mientras que la felicidad puede motivarnos a buscar experiencias positivas.

Cómo gestionar nuestras emociones

Reconocer y gestionar nuestras emociones es crucial para nuestro bienestar mental. Aquí hay algunos pasos que podemos seguir:

  1. Identificación: Aprender a identificar nuestras emociones puede ayudarnos a comprender mejor nuestras reacciones y comportamientos. Tomar un momento para reflexionar sobre lo que sentimos puede ser un primer paso valioso.
  2. Aceptación: Es fundamental aceptar nuestras emociones como parte de la experiencia humana. No debemos juzgarlas ni intentar reprimirlas; en cambio, debemos permitirnos sentir y explorar lo que experimentamos.
  3. Expresión saludable: Encuentra formas saludables de expresar tus emociones. Esto puede incluir hablar con un amigo, escribir en un diario o practicar la meditación. La expresión adecuada de nuestras emociones puede aliviar el estrés y mejorar nuestra salud mental.

Es natural que a veces nos sintamos abrumados por nuestras emociones, especialmente cuando son intensas o difíciles de manejar. Sin embargo, aprender a regularlas es posible. Practicar la auto-reflexión, hablar sobre lo que sentimos con alguien de confianza y buscar estrategias saludables de afrontamiento son maneras eficaces de gestionar nuestras emociones.

Si estás en Burgos, en MFB Psicología te podemos ayudar a interpretar y gestionar tus emociones para hacer más sencillo cada día y mejorar tu bienestar.

Discusiones de pareja

Todas las parejas pasan por momentos de desacuerdo, y las discusiones son una parte inevitable de cualquier relación. No siempre vemos las cosas de la misma manera, y eso está bien. Las diferencias de opinión, los malentendidos y hasta el estrés del día a día pueden llevar a desacuerdos que, si no se manejan de forma adecuada, pueden afectar la relación.

Sin embargo, discutir no tiene por qué ser negativo. De hecho, cuando se gestiona bien, puede fortalecer el vínculo entre ambos, ayudando a entender mejor las necesidades y expectativas del otro. El problema no es la discusión en sí, sino cómo se enfrenta.

¿Por qué discutimos?

Las razones detrás de las discusiones pueden ser muy diversas: desde diferencias en la forma de ver el mundo hasta situaciones del día a día que generan fricción. Algunas de las causas más comunes incluyen:

  • Diferencias en la comunicación: A veces, lo que decimos y lo que la otra persona escucha no es lo mismo. Esto puede generar malentendidos que deriven en discusiones.
  • Expectativas no cumplidas: Cuando uno de los dos siente que el otro no cumple con lo que esperaba, puede surgir la frustración y el conflicto.
  • Estrés externo: El trabajo, los problemas familiares o incluso la falta de tiempo pueden aumentar la tensión dentro de la relación.
  • Falta de atención emocional: En ocasiones, uno de los miembros de la pareja puede sentir que no está recibiendo el apoyo emocional que necesita.

Cómo gestionar las discusiones de pareja

Aunque no podamos evitar todas las discusiones, sí podemos aprender a gestionarlas de una manera más sana. Aquí te dejo algunas claves para afrontar los conflictos en pareja de forma constructiva:

  1. Escucha activa: Antes de responder, asegúrate de escuchar lo que la otra persona está diciendo. A veces, estamos tan centrados en nuestra respuesta que olvidamos entender realmente el punto de vista del otro.
  2. Evita los ataques personales: En una discusión, es fácil dejarse llevar por las emociones y decir cosas de las que luego nos arrepentimos. Intenta centrarte en el problema y no en atacar a la persona.
  3. Mantén la calma: Sabemos que es difícil en el calor del momento, pero mantener la calma es esencial para evitar que la discusión se convierta en algo más grande. Si es necesario, toma un descanso y retoma la conversación más tarde.
  4. No busques “ganar” la discusión: Las discusiones no son una competencia. El objetivo no es demostrar quién tiene la razón, sino encontrar una solución que funcione para ambos.
  5. Reconoce tus errores: No siempre tenemos la razón, y eso está bien. Reconocer cuando nos hemos equivocado es un acto de humildad que puede fortalecer la relación.

Aprendiendo y creciendo juntos

Cada discusión es una oportunidad para aprender más sobre ti mismo y tu pareja. Al enfrentar los desacuerdos de manera saludable, puedes fortalecer la conexión emocional y construir una relación más sólida. Recuerda que las discusiones no definen tu relación, sino que son momentos de crecimiento y comprensión.

Las discusiones son una parte natural de cualquier relación de pareja. Al abordarlas con empatía, respeto y un enfoque en la solución, puedes transformar esos momentos desafiantes en oportunidades de crecimiento. La clave está en recordar que ambos están en el mismo equipo, y juntos pueden enfrentar cualquier desafío que se presente.

Si las discusiones se vuelven constantes y no parece haber una solución, puede ser útil buscar la ayuda de un terapeuta de pareja. Un profesional puede proporcionar herramientas y estrategias para mejorar la comunicación y ayudar a resolver los conflictos de manera saludable.

Si resides en Burgos, en MFB Psicología disponemos de terapias de pareja con un psicólogo especializado, nunca es tarde para mejorar la relación con tu pareja.

¿Qué es la Terapia Cognitivo Conductual?

La Terapia Cognitivo Conductual, más conocida como TCC, es una forma de tratamiento psicológico que se ha demostrado efectiva para abordar una amplia variedad de problemas emocionales y de comportamiento. Desde la ansiedad hasta la depresión, pasando por el estrés o las fobias, la TCC ayuda a las personas a comprender y modificar los patrones de pensamiento y comportamiento que están afectando su bienestar.

En lugar de centrarse en el pasado, la TCC pone el foco en el presente. Busca identificar los pensamientos negativos o distorsionados que muchas veces alimentan nuestras emociones y comportamientos, con el fin de cambiarlos por otros más realistas y útiles.

Principios básicos de la TCC

La TCC se centra en la identificación y modificación de pensamientos disfuncionales o negativos. Algunos de los principios fundamentales de esta terapia incluyen:

  • Relación entre pensamientos, emociones y conductas: La TCC postula que nuestros pensamientos influyen en nuestras emociones y comportamientos. Por ejemplo, si piensas que no eres capaz de enfrentar una situación, es probable que te sientas ansioso y evites enfrentarla.
  • Cambio cognitivo: Al desafiar y cambiar estos pensamientos negativos, es posible modificar nuestras emociones y comportamientos. La TCC enseña a los pacientes a identificar patrones de pensamiento poco realistas y a reemplazarlos por otros más positivos y realistas.
  • Enfoque en el presente: A diferencia de algunas terapias que exploran el pasado, la TCC se centra en el aquí y el ahora. Busca ayudar a los pacientes a abordar sus problemas actuales y desarrollar habilidades para manejar situaciones futuras.

¿Cómo funciona la TCC?

La Terapia Cognitivo Conductual parte de una idea clave: lo que pensamos influye en cómo nos sentimos y, por lo tanto, en cómo actuamos. A través de la terapia, se trabaja para identificar esos pensamientos que, de manera automática, surgen en determinadas situaciones y pueden ser perjudiciales.

Un ejemplo sencillo: si una persona tiene la creencia de que “todo va a salir mal” cada vez que enfrenta un reto, es probable que sienta ansiedad. Esa ansiedad puede llevarla a evitar la situación, lo que, a largo plazo, refuerza esa creencia negativa. La TCC ayuda a romper ese ciclo.

El terapeuta trabaja junto al paciente para que, poco a poco, aprenda a cuestionar y reemplazar esos pensamientos por otros más equilibrados y realistas. Además, la TCC se enfoca en cambiar comportamientos que también contribuyen a mantener el problema.

  1. Identificación de pensamientos automáticos: Los terapeutas ayudan a los pacientes a reconocer sus pensamientos automáticos, que son aquellas creencias que surgen de manera instantánea y que a menudo son negativas o distorsionadas. Este primer paso es crucial para entender cómo estos pensamientos afectan las emociones y comportamientos.
  2. Desafío cognitivo: Una vez identificados los pensamientos automáticos, los pacientes son animados a cuestionar su validez. Esto puede implicar analizar la evidencia que respalda o refuta esos pensamientos, ayudando a desarrollar una visión más equilibrada y realista de la situación.
  3. Reestructuración cognitiva: Esta técnica implica reemplazar los pensamientos negativos con otros más positivos y realistas. Por ejemplo, en lugar de pensar “nunca haré esto bien”, un paciente podría reestructurar su pensamiento a “puedo aprender y mejorar con la práctica”.
  4. Técnicas de afrontamiento: La TCC también incluye el desarrollo de habilidades de afrontamiento para manejar situaciones difíciles. Estas pueden incluir técnicas de relajación, estrategias de resolución de problemas y habilidades de comunicación asertiva.

Beneficios de la Terapia Cognitivo Conductual

La TCC ha demostrado ser eficaz en una amplia variedad de trastornos psicológicos y emocionales, como:

  • Depresión: Ayuda a los pacientes a identificar y cambiar pensamientos negativos que alimentan la depresión.
  • Ansiedad: Proporciona herramientas para enfrentar y manejar la ansiedad de manera más efectiva.
  • Trastornos de la alimentación: La TCC puede ayudar a abordar patrones de pensamiento poco saludables relacionados con la alimentación y la imagen corporal.
  • Fobias: A través de la exposición gradual a situaciones temidas, los pacientes pueden aprender a manejar y reducir sus miedos.

Además, la TCC es un enfoque relativamente corto y estructurado, lo que significa que muchas personas pueden ver resultados en un número limitado de sesiones.

¿Qué se puede esperar en una sesión de TCC?

Las sesiones de TCC suelen ser estructuradas y dirigidas a objetivos específicos. En la primera fase, el terapeuta y el paciente trabajan juntos para identificar los problemas que se desean abordar y establecen metas claras para el tratamiento.

A lo largo de las sesiones, el terapeuta enseñará al paciente una serie de técnicas prácticas, que pueden incluir:

  • Reestructuración cognitiva: Se trata de aprender a identificar y cambiar los pensamientos negativos automáticos.
  • Exposición gradual: Para personas que enfrentan miedos o fobias, se trabaja en enfrentarse a esas situaciones de forma progresiva y controlada.
  • Técnicas de relajación: Herramientas para reducir la ansiedad y el estrés.
  • Registro de pensamientos: Una forma de monitorear y analizar los pensamientos y sentimientos que aparecen en el día a día.

La Terapia Cognitivo Conductual es una herramienta poderosa para aquellos que buscan mejorar su bienestar emocional y mental. Al enfocarse en la conexión entre pensamientos, emociones y comportamientos, la TCC ofrece estrategias prácticas y efectivas para afrontar diversos desafíos psicológicos. Si sientes que tus pensamientos negativos están afectando tu vida diaria, considera explorar la TCC como una opción para encontrar un camino hacia el cambio positivo.

Si sientes que los pensamientos negativos o los comportamientos no deseados están interfiriendo en tu vida, la TCC podría ser una opción muy útil para ti. Trabajar con un terapeuta especializado puede marcar una gran diferencia en tu bienestar emocional.

Si resides en Burgos, en MFB Psicología disponemos de terapia Cognitivo Conductuales para todas las edades.

Mirar fijamente a los ojos

¿Qué significa mirar fijamente a los ojos en el contexto psicológico?

Mirar a los ojos es algo que hacemos a diario, ya sea en una conversación casual, una reunión de trabajo o incluso al saludar a alguien. Sin embargo, pocas veces nos detenemos a pensar en el impacto que este simple gesto puede tener, especialmente cuando se trata de mantener el contacto visual de manera prolongada o intensa.

Desde el punto de vista psicológico, mirar fijamente a los ojos de otra persona puede tener diferentes significados y efectos, dependiendo del contexto y la relación entre quienes están involucrados. Este acto puede generar desde una conexión profunda hasta incomodidad o tensión.

El contacto visual y sus implicaciones

El contacto visual es una forma poderosa de comunicación no verbal. A través de la mirada, transmitimos emociones, intenciones y, en muchos casos, reforzamos lo que estamos diciendo con palabras. Una mirada puede expresar confianza, interés, empatía e incluso autoridad, sin necesidad de decir una sola palabra.

Cuando miramos directamente a los ojos de alguien, solemos percibir con mayor claridad sus emociones. Por ejemplo, una mirada fija acompañada de una sonrisa puede transmitir amabilidad y confianza. Sin embargo, una mirada intensa y prolongada, sin un contexto adecuado, puede generar incomodidad o interpretarse como una actitud desafiante.

El significado psicológico de una mirada prolongada

Mirar fijamente a los ojos durante un tiempo prolongado puede desencadenar distintas reacciones, tanto en la persona que observa como en la que es observada. En psicología, se ha estudiado que una mirada prolongada puede intensificar las emociones presentes en ese momento. Dependiendo de la situación, esta acción puede tener diferentes connotaciones:

  • Conexión emocional: En relaciones cercanas, como entre amigos, familiares o parejas, mantener el contacto visual puede fortalecer la conexión emocional. Es una forma de decir “estoy aquí contigo” sin usar palabras. En estos casos, el contacto visual se percibe como un signo de intimidad y confianza.
  • Atracción: En el ámbito romántico, mirar a los ojos de la otra persona por más tiempo del habitual puede ser una señal de atracción. Este tipo de contacto visual profundo suele estar acompañado de otros gestos que refuerzan la idea de interés y cercanía.
  • Desafío o intimidación: Por otro lado, cuando el contacto visual se da en un contexto de tensión o conflicto, puede ser percibido como una señal de desafío o incluso intimidación. En este tipo de situaciones, una mirada fija puede hacer que la otra persona se sienta incómoda o amenazada.

¿Por qué nos resulta incómodo a veces?

Todos hemos experimentado, en algún momento, la sensación de incomodidad al ser mirados fijamente durante mucho tiempo. Esta reacción está relacionada con la vulnerabilidad. Mirar a los ojos de alguien durante mucho tiempo implica una exposición emocional, lo que puede hacernos sentir inseguros o juzgados.

Además, algunas culturas tienen normas específicas sobre el contacto visual. En ciertos lugares, una mirada fija puede considerarse irrespetuosa o invasiva, mientras que en otras culturas es un signo de atención y respeto.

El significado cultural del contacto visual

Es importante tener en cuenta que el significado del contacto visual puede variar según la cultura. En algunas culturas occidentales, el contacto visual prolongado se asocia con la confianza y la sinceridad, mientras que en ciertas culturas asiáticas o africanas, mirarse fijamente a los ojos puede considerarse irrespetuoso o desafiante. Por lo tanto, es crucial tener en cuenta el contexto cultural al interpretar el significado de una mirada sostenida.

¿Por qué algunas personas evitan el contacto visual?

Existen diversas razones psicológicas por las cuales algunas personas pueden evitar mirar a los ojos. Algunas de ellas incluyen:

  • Ansiedad social: Las personas con ansiedad social pueden sentirse incómodas al mantener contacto visual, ya que les provoca mayor estrés o vulnerabilidad.
  • Inseguridad: Evitar la mirada puede ser una señal de falta de confianza en uno mismo o miedo al juicio de los demás.
  • Autismo: Las personas en el espectro autista a menudo evitan el contacto visual, ya que puede ser abrumador o difícil de interpretar.
  • Culpabilidad o vergüenza: En algunos casos, las personas que evitan el contacto visual pueden estar ocultando algo o sentirse avergonzadas, lo que las lleva a evitar la mirada directa.

La mirada en las relaciones personales

El contacto visual prolongado puede intensificar las emociones y crear una conexión más profunda en las relaciones interpersonales. Este tipo de interacción no verbal a menudo dice más que las palabras, revelando lo que sentimos o pensamos de manera más honesta y directa. En una relación romántica, por ejemplo, una mirada sostenida puede aumentar la sensación de intimidad y cercanía. En contextos de amistad o familia, puede reforzar el apoyo emocional y la comprensión mutua.

No se trata solo de mirar, sino de entender cómo ese contacto visual puede afectar a la persona que tenemos delante. Aprender a leer las señales no verbales y ajustar nuestro comportamiento puede mejorar significativamente nuestras relaciones.

Si resides en Burgos, en MFB Psicología podemos ayudarte a transmitir lo que realmente sientes con la mirada de forma segura.