Trastorno de la personalidad: Qué es, tipos, síntomas y diagnósticos

Los trastornos de la personalidad no son solo “formas de ser” peculiares. Son patrones profundamente arraigados que afectan la manera en que una persona piensa, siente y se relaciona con los demás. No es un mal día ni una mala racha, es algo que moldea la vida entera de quien lo padece.

El problema es que muchas veces quien tiene un trastorno de personalidad no lo percibe como tal. No cree que haya algo que deba cambiar porque, para él o ella, esa es su manera natural de ser. Sin embargo, las dificultades en las relaciones, en el trabajo y en la vida diaria pueden ser una señal clara de que hay algo que va más allá de una simple “forma de ser”.

Qué es un trastorno de la personalidad

Es cuando la forma de pensar, sentir y actuar se aleja tanto de lo esperado que interfiere en la vida diaria. Son patrones inflexibles, que no cambian con el tiempo y que generan problemas en el trabajo, la familia y las relaciones.

Tipos de trastornos de la personalidad

El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) los divide en tres grupos:

  • Grupo A (extraños o excéntricos): Personas que tienden al aislamiento, la desconfianza o el pensamiento mágico. Ejemplo: trastorno paranoide.
  • Grupo B (emocionales e impulsivos): Personas con cambios de humor extremos, conductas impulsivas o necesidad constante de atención. Ejemplo: trastorno límite de la personalidad.
  • Grupo C (ansiosos o temerosos): Personas con miedo al rechazo, dependencia extrema o necesidad de control. Ejemplo: trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad.

Por qué se desarrollan estos trastornos

No hay una causa única. Se trata de una combinación de factores biológicos, psicológicos y ambientales. No se “elige” tener un trastorno de personalidad, pero sí se puede trabajar para gestionarlo mejor.

Algunos factores que influyen:

  • Genética: Hay estudios que muestran una cierta predisposición hereditaria.
  • Infancia difícil: Crecer en un entorno de abuso, negligencia o violencia aumenta el riesgo.
  • Desarrollo cerebral: Algunas diferencias en la estructura y función del cerebro pueden influir en la regulación emocional y el comportamiento.

Síntomas y señales de alerta

No se trata de “tener mal genio” o “ser complicado”. Un trastorno de personalidad afecta todas las áreas de la vida y suele manifestarse con:

  • Dificultad para adaptarse a distintas situaciones.
  • Relaciones personales conflictivas o caóticas.
  • Falta de empátía o, por el contrario, una preocupación extrema por la opinión ajena.
  • Impulsividad, cambios de humor o reacciones exageradas.
  • Patrones de pensamiento negativos o distorsionados.

Cómo se diagnostica y tratamiento

No hay una prueba de laboratorio que detecte un trastorno de personalidad. Se diagnostica con una evaluación psicológica profunda, donde un profesional analiza la historia clínica, el comportamiento y los patrones de pensamiento.

El tratamiento suele incluir:

Psicoterapia

Es el pilar fundamental. No hay una fórmula mágica, pero algunas terapias han demostrado buenos resultados:

  • Terapia cognitivo-conductual: Ayuda a identificar y cambiar patrones de pensamiento y comportamiento negativos.
  • Terapia dialéctico-conductual: Especialmente útil para quienes tienen emociones muy intensas e inestables.
  • Terapia de esquemas: Trabaja en creencias y patrones adquiridos desde la infancia que afectan la personalidad.

Medicación

No hay “pastillas para la personalidad”, pero algunos fármacos pueden ayudar con síntomas como la ansiedad, la depresión o la agresividad.

Apoyo del entorno

Tener un trastorno de personalidad puede ser un desafío tanto para la persona que lo padece como para quienes la rodean. La comprensión y el apoyo pueden marcar una gran diferencia en su evolución y calidad de vida.

¿Y los niños y adolescentes?

En la infancia y la adolescencia, la personalidad aún está en desarrollo, por lo que los diagnósticos en esta etapa se hacen con cautela. Sin embargo, hay señales que pueden indicar una predisposición, como problemas graves de conducta, dificultad para gestionar emociones o falta de empatía extrema. Identificar estos patrones a tiempo puede evitar que se conviertan en un problema mayor en la adultez.